sábado, 14 de mayo de 2016

La percepción de la realidad

Toda persona para poder vivir necesita enterarse de lo que ocurre a su alrededor. Para satisfacer tus necesidades elementales como alimentarte y para otras más avanzadas como entablar relaciones con tus semejantes, necesitas saber qué pasa fuera de ti. A eso que pasa fuera de ti se acostumbra llamarlo "la realidad". La "realidad" está integrada por todo lo que consideramos "real", y lo que consideramos real es aquello que podemos ver, escuchar, y palpar.

Cuando realizamos estas actividades (ver, escuchar, y palpar), estamos utilizando tres de nuestros sentidos: la vista, el oído, y el tacto. Es través de ellos que percibimos principalmente la realidad: nos enteramos de que existe un objeto, de que alguien nos llama, de que algo está caliente. Existen dos sentidos más pero contribuyen en menor medida a que nos formemos una idea de la realidad.

A los elementos de información que reciben los órganos de los sentidos se les denomina "señales". Constantemente estamos recibiendo infinidad de estas señales y, sin embargo, la maravillosa máquina que es el cuerpo humano se las arregla para darnos una imagen comprensible de lo que existe fuera de nosotros. Sin que nos demos cuenta, se realiza una compleja tarea de selección e interpretación para que solamente nos enteremos de lo que realmente necesitamos.

Los mecanismos neurológicos que nos permiten conocer la realidad son en parte heredados y en parte adquiridos. A través de muchas decenas de miles de años, la especie humana ha evolucionado y ha llegado a ser lo que es hoy. Los órganos sensoriales, el sistema nervioso y, en particular, el cerebro que hoy tiene cada persona, son el resultado de esa evolución. También lo son los procesos cerebrales que constantemente están recibiendo y elaborando las señales que llegan desde el exterior.

La recepción y selección de señales se realiza constante y automáticamente por medio de mecanismos que son comunes y genéricos para toda la humanidad. Sin embargo, la última parte del procesamiento, que es la interpretación, no es universal ni general, ni es el producto de la evolución. Es personal y aprendida por cada uno de nosotros durante su período de crecimiento.

Desde que naces hasta que eres adulto pasas por un período de aprendizaje durante el cual las personas mayores que están alrededor tuyo te dicen qué es cada una de las cosas que vas conociendo. Así es como aprendes a saber qué es cada cosa. A este proceso de tomar una imagen que te llega por la vista y asignarle un significado, se llama "interpretación". La interpretación, como acabo de decirlo, es aprendida; no vienes al mundo sabiendo lo que es un carro de bomberos o una pelota de fútbol.

Así como aprendes a reconocer las cosas que ves, también aprendes a darle un significado a los "hechos" de los cuales eres testigo.

Cuando algo ocurre delante de ti mientras eres niño, recurres a los mayores para que te expliquen qué es lo que está pasando. Esta explicación la grabas dentro de ti y cuando eres grande olvidas que alguna vez tuviste que preguntarla. Te parece que la sabes desde siempre y, lo que es más, que todo el mundo lo sabe. Pero no es así, es particular tuya y de la sociedad en la que te has criado.

Tus posibilidades de éxito

Las acciones que estás en condiciones de llevar a cabo están condicionadas por el estado en que te encuentras. Piensa en una actividad física sencilla como, por ejemplo, caminar diez cuadras. Si es el primer ejercicio que intentas este día y eres una persona normal con una salud normal, no tengo dudas que lo harás sin pensarlo demasiado y no tendrás inconvenientes en llegar al final del recorrido. Si, en cambio, ya llevas recorridas cuarenta cuadras, es posible que lo pienses dos veces y decidas tomar algún medio de transporte.

Esto es así porque tu "estado inicial" es diferente; en un caso estás fresco y en el otro estás cansado. Esto que resulta evidente se aplica también a actividades más complejas como el estudio, el trabajo, y las relaciones sociales, aunque en estos casos, además del estado físico, influye también el estado mental con que encares la actividad.

Cuando te dispongas a realizar una actividad de cierta complejidad en la que no tengas experiencia previa o que te exija más de lo normal, es muy importante que lo hagas con un estado de ánimo positivo, es decir, optimista. De esta manera te aseguras las mejores chances de terminar la actividad con éxito. Si desde el inicio tienes una actitud negativa o pesimista, tus posibilidades de éxito se ven disminuidas.

Esto es tan cierto que algunos han creído que existe algún tipo de "magia" involucrada, y han creado un mito que han llamado el "pensamiento positivo", dando a entender que si uno piensa positivamente acerca de todo lo que emprende, puede conseguir triunfar en cualquier cosa que intente. El razonamiento es que si no lograste algo es porque no pensaste lo bastante positivamente acerca de ello. Este tipo de razonamiento vicioso ha sido usado para justificar más de una creencia sin fundamentos en la realidad.

La realidad es que cada uno de nosotros posee más recursos de los que ordinariamente cree, sin querer decir con ello que uno puede tener éxito en cualquier cosa que se le ocurra emprender. Un recurso es cualquier cosa, material o no, que sea necesaria para llevar a cabo una actividad. Si la tarea es cavar un pozo, voy a necesitar una pala, la energía física, y el deseo de hacerlo. Si alguna de estas tres cosas falta, no voy a poder cavar el pozo. Entonces, las tres cosas son recursos necesarios para la tarea.

Cuando pienso que no tengo la energía física para realizar algo, por más de que efectivamente la tenga, es como si no la tuviera. Esta es una actitud negativa o pesimista, y la tarea no llegará a buen fin no porque me falte la energía sino porque "pienso" que me falta. Lo mismo se aplica a otros tipos de recurso como, por ejemplo, la inteligencia, la habilidad social, etc.

Cuando piensas positivamente acerca de las posibilidades de efectuar una determinada tarea, te estás permitiendo a ti mismo usar todos los recursos de que dispones, y por lo tanto estás realmente aumentando las posibilidades de tener éxito. Si emprendes la tarea vacilante y dudoso, no estás controlando todos tus recursos y por lo tanto son menores las posibilidades de éxito.

Tu concepto del mundo

Tu estado, tanto mental como físico, es lo que, en ultima instancia, te puede llevar o no a la acción, condición indispensable para el éxito. Entiendo el éxito no desde una perspectiva estrecha como el éxito material, es decir, tener más dinero y por ende más cosas de las que el dinero puede comprar, sino en un sentido más amplio como el logro de tus objetivos, sean estos cuales fueran.

Tus objetivos pueden ser mejorar tu situación económica (tener más dinero), terminar una carrera, conseguir más amistades, ser feliz, alcanzar la paz interior, ayudar a la sociedad, lo que tú quieras plantearte como una meta. Nada de esto (y de todas las otras cosas que te puedas imaginar) se consigue sin la acción. Simplemente sentándote y pensando lo agradable que sería tener lo que deseas, no lo lograrás.

Una vez decidido a la acción, resta por determinar qué tipo de acción emprenderás. Aquí tiene una gran influencia cuál es tu concepto o modelo del mundo. El "mundo" al cual me estoy refiriendo no es el planeta Tierra con sus continentes y océanos, su fauna y su flora. Es un concepto más complejo que se refiere sustancialmente a la sociedad humana en la cual vives y a las conductas aceptadas o usuales en dicha sociedad.

La humanidad ha ido atravesando etapas de desarrollo, y a lo largo de este camino han ido variando las costumbres de las sociedades. Todas las sociedades del planeta no se encuentran en el mismo estado de desarrollo. En un mismo instante de tiempo se pueden encontrar distintos usos en distintas partes del globo, y naturalmente surgen conflictos que no es éste el lugar adecuado para discutirlos.

Lo que interesa destacar es que, dependiendo de dónde vivas e incluso de la clase social a la que pertenezcas, será distinto tu concepto del mundo. Éste está formado por el conjunto de tus creencias acerca de lo que es el mundo, y estas creencias influirán en la conducta que adoptes para lograr tu objetivo. Para dar un ejemplo, si tu objetivo es tener más dinero, dependiendo de tu concepto del mundo puedes elegir entre trabajar para ganarlo o salir a la calle a robárselo a quien lo tenga, entre otras varias conductas posibles.

Sea cual fuere la conducta que elijas, las posibilidades de tener éxito se verán influidas por otra parte de tu concepto del mundo que no es común con toda la sociedad o clase social en que vives sino que es particular tuya. En toda sociedad, en toda clase social, hay ganadores y perdedores. Tus chances de estar en uno u en otro bando dependerán (entre otras cosas) de tu concepto "personal" de lo que es el mundo.

Si piensas que el mundo es un lugar donde el esfuerzo es recompensado, y donde el que se esfuerza a la larga triunfa, estás más cerca de conseguir lo que quieres. Si piensas que el mundo es un lugar donde no vale la pena esforzarse porque el triunfo es una cuestión de suerte, estas creencias te alejarán de tu objetivo. Lo real es que nada se consigue sin esfuerzo; hasta el que se dedica a robar tiene que hacer el esfuerzo de planear su robo. Si te dedicas a esperar que el éxito te alcance por casualidad, puede que ello ocurra, pero sin duda será mucho menos probable que si haces algo para alcanzarlo.

Enfocar el pensamiento

Lo que pienses del mundo, de cómo hay que actuar en él, y de las posibilidades que te brinda, determinará cuáles son los objetivos que te propondrás en tu vida y qué acciones tomarás para alcanzarlos. La manera en que ocupes tu pensamiento influirá en la posibilidad de alcanzar esos objetivos. Debes enfocar tu pensamiento en lo que deseas que ocurra y no lo contrario, o sea en aquellas cosas que no deseas que ocurran.

Si constantemente estás pensando en las cosas malas que tiene la vida, en todo aquello que no deseas que ocurra, y en todas las dificultades que se pueden presentar, te estás colocando en un estado que propicia ese tipo de cosas. Con esto no quiero fomentar la irresponsabilidad, alentar a que las personas se lancen a la aventura sin pensar en cuáles son las consecuencias que pueden tener lo que hacen.

Una de las cosas que más cuesta al ser humano en su camino hacia la superación es entender y poner en práctica la doctrina del justo medio (o del áureo medio). Esta doctrina ha sido universalmente proclamada tanto por los filósofos orientales como occidentales, y es un paso ineludible en la superación personal. Básicamente lo que dice es que hay que evitar todo tipo de exceso, toda clase de exageración.

La tendencia natural que todos tenemos es hacia la unilateralidad, esto es a volcarnos ya sea hacia un costado o hacia el otro en vez de mantenernos en el medio, que es el mejor lugar donde podemos estar. Uno de los tantos ámbitos donde esto se manifiesta es en la actitud con que encaramos la vida: o somos demasiado optimistas, o demasiado pesimistas. Ninguna de las dos cosas es buena.

Existen personas que son irreflexivamente optimistas y descuidan tomar precauciones por si las cosas llegan a salir mal o si experimentan algún tropiezo. Cuando esto ocurre, los encuentra desprevenidos y sin defensa. Por otra parte, existen personas que ven todo en colores sombríos y solamente atinan a pensar en las desgracias que les pueden ocurrir. Es poco probable que estas personas intenten hacer algo para mejorar su calidad de vida.

Tú puedes cambiar siempre y cuando adoptes la actitud correcta: ni un "pensamiento positivo" a ultranza que ve todo de color rosa, ni un pesimismo exagerado que lo ve todo de color negro. Tú no eres tu conducta y puedes cambiarla. La manera de hacerlo es cambiando la manera en que te representas las cosas, lo cual siempre está a tu alcance.

Lo que la mayoría de las personas desea es cambiar el estado en que se hallan. Se encuentran frustradas, furiosas, abatidas, o aburridas, cuando quisieran encontrarse alegres y felices. Para conseguirlo recurren a la comida, a la televisión, o a la droga, en vez de darse cuenta de que lo que tienen que hacer es modificar su conducta.

El principio fundamental que debes entender es que si quieres cambiar las condiciones en que te encuentras, ya sea tu estado de ánimo, tu situación económica, o cualquier otro aspecto de los tantos que se pueden elegir para mejorar, lo primero que debes cambiar es tu conducta. Para cambiar tu conducta, lo primero que debes cambiar es tu actitud, la manera con que enfrentas las cosas.

Repite tus éxitos

Ante una determinada circunstancia de tu vida, el tipo de comportamiento que adoptarás depende principalmente del estado en que te encuentres. Las acciones concretas que compondrán tu comportamiento (o conducta) dependen principalmente de tu modelo del mundo, es decir, de lo que pienses que es el mundo y de cómo hay que actuar en él.

Tu estado general se compone de tu estado mental y tu estado físico. Ambos están relacionados porque se influencian mutuamente. Tu estado mental determina si puedes disponer de todos tus recursos o no. Al contrario de lo que algunos quieren hacernos creer, no somos todos iguales y no disponemos todos de los mismos recursos.

Hay algunas personas que (a mi juicio, equivocadamente) difunden la idea de que cualquier persona puede hacer cualquier cosa. Detrás de esta actitud puede haber buenas o malas intenciones, pero cuál es el caso es imposible saber por las razones que voy a explicar. Parto de la base de que ninguna persona con un poco de inteligencia puede creer que todos podemos hacer cualquier cosa, como a veces se da a entender con mensajes como: "Lo que puedes concebir y creer, lo puedes realizar."

Es obvio que el que pretende con malas intenciones hacernos creer esto no nos dirá cuáles son esas razones, pero no es difícil adivinar que es el viejo y conocido intento de hacer dinero a costa de los ingenuos. Como no debemos suponer que todos los que transmiten este mensaje lo hacen para aprovecharse del prójimo, debemos pensar que existen otros que están sinceramente convencidos de que es así porque su propio grado de desarrollo no los capacita para discernir lo falso de lo verdadero.

Finalmente, deben existir también aquellos que saben que esto es falso pero igual lo difunden con el propósito de ayudar a las personas a superar sus propias auto-limitaciones. Es cierto que muchas veces las personas no alcanzan todo lo que podrían debido a sus erróneas creencias que las limitan en sus posibilidades. Sin embargo, a mi juicio, es erróneo pretender hacer creer a todos que pueden hacer cualquier cosa que puedan pensar. De esta manera lo que se consigue es que muchas personas desperdicien sus esfuerzos y, lo que es peor, sufran desilusiones que las hagan desistir de intentar lo que realmente pueden lograr.

Todos no somos iguales y todos no podemos hacer las mismas cosas. Cada uno debe saber lo que está a su alcance hacer con los recursos de que dispone. Los individuos que triunfan son los que logran convocar a voluntad todos los recursos de que disponen, sean estos muchos o pocos. Su triunfo es personal y no es determinado por la opinión de los demás. Los objetivos que se fijan son los que realmente pueden alcanzar.

Para disponer de todos los recursos que realmente tienes a tu disposición, lo que debes hacer es recordar aquella vez que alcanzaste el éxito en algo que intentaste. Toma nota del estado en que te encontrabas en aquella oportunidad, en todos los aspectos mentales y físicos, y busca la manera de reproducir ese estado para así poder repetir el éxito que tuviste aquella vez.

El papel de las creencias

Cuando analizamos la conducta de una persona, son varios los factores que podemos ver como influyentes en ella. A su vez estos factores se influyen entre ellos, y a veces lo hacen recíprocamente, formando un lazo de realimentación. Estos factores se refieren tanto al cuerpo u organismo, como a la mente o espíritu. Lo físico y lo espiritual determinan la conducta del hombre, y a menudo lo físico influye en lo espiritual y viceversa.

El factor mental más importante en la conducta de la persona son sus creencias. Cuando se habla de creencias, la mayor parte de la gente piensa que uno se está refiriendo a la religión, pero esto no es así necesariamente. Las creencias religiosas son indudablemente muy importantes, pero, así y todo, no son las únicas. Las personas que no poseen creencias religiosas tienen, no obstante, creencias que orientan su vida.

Nadie puede vivir sin creencias, dado que las creencias de todo tipo forman la estructura en torno a la cual organizamos nuestra vida. Cuando te vas a dormir, crees que te vas a despertar y, cuando se hace de noche, crees que a su debido tiempo saldrá el sol. Estos son dos sencillos ejemplos de creencias sin las cuales tu vida sería muy diferente. Pensando en un plano más general, podemos decir que la historia de la humanidad es la historia de sus creencias.

También se suele hablar de "fe" para referirse a aquello en que uno cree, y también en este caso se suele dar por sobreentendido que uno se está refiriendo a la fe religiosa. La fe en la religión no es la única que podemos tener. A veces, un principio, guía, aforismo, o convicción que suministre orientación a la vida, influye tanto en lo que hacemos como la fe religiosa.

En otras palabras, todo aquello en que creemos forma nuestras creencias, y creemos aquello en que tenemos fe. Tener fe significa, sencillamente, creer en algo. En la mayoría de las personas las creencias más intensas son del tipo religioso, pero algunas personas pueden tener fuertes convicciones que orientan su vida y que no están conectadas con la religión.

Las creencias pueden influir en la fisiología de la persona. Los dos ejemplos más relevantes en este sentido son las curaciones por la fe y el efecto placebo. En innumerables santuarios repartidos por todo el mundo, personas de muchas religiones acuden a buscar la solución a sus enfermedades. A veces desahuciadas por los médicos, a veces sin haber tenido siquiera atención médica, concurren, en algunos casos desde grandes distancias, a rogar por su curación y en muchos casos la consiguen.

Cuando se trata de estudiar los efectos curativos de las drogas, es de norma hacer estudios comparativos con dos, y a veces tres, grupos de personas. A un grupo se le suministra la droga en experimentación y a otro grupo no se le administra ningún tipo de tratamiento. En ocasiones se añade un tercer grupo al que se le suministra algo que se le dice que es el medicamento en estudio pero en realidad es una sustancia innocua (sin efectos), conocida como "placebo". En estos casos se observa en el grupo que recibió el placebo mayor número de curaciones que en el grupo que no recibió ninguna sustancia, curaciones que solamente pueden atribuirse a la fe en el poder curativo del placebo.

El efecto de la fé

Generalmente cuando se habla de fe se está haciendo referencia a las convicciones religiosas de una persona, como por ejemplo cuando se habla de "la fe de los mártires". Sin embargo, no es el único uso que se le da a esta palabra, como se puede ver en las expresiones: "Tengo fe en que volverá" y "Tiene mucha fe en si mismo".

La expresión "tener fe" significa una creencia total en algo, que no deja lugar a la duda, al contrario que el término "creer", el cual deja un margen abierto para la misma. No es lo mismo decir: "Creo que volverá", que decir "Tengo fe en que volverá". No obstante, emplearé las palabras "fe" y "creencias" con el mismo significado de algo en que la persona cree sin reparos.

Las creencias de cualquier tipo, tanto las religiosas como las que no lo son, han producido grandes beneficios a la humanidad, pero también han producido grandes perjuicios cuando fueron obedecidas irreflexivamente. Por ejemplo, la fe en la superioridad de una raza o en la superioridad de una religión ha conducido a los hombres a guerras de exterminio. Pero la fe religiosa y la creencia en la hermandad de todos los hombres han inspirado conductas abnegadas que han servido de inspiración para miles de personas.

Podemos ver entonces el gran efecto que tiene la fe en la persona humana y, por consiguiente, en la sociedad humana. No de balde se ha dicho que: "La fe mueve montañas". En el aspecto personal, y en particular en lo que se refiere a la superación personal, la fe (o las creencias) es uno de los temas más importantes a considerar. Las creencias pueden ser tanto positivas, las que nos alientan a la acción, como negativas: aquellas que nos debilitan.

La creencia más importante en lo que se refiere a la superación personal es la fe en uno mismo. Es el factor que por sí mismo puede desbalancear la batalla completamente para un lado o para el otro. Una persona de capacidades mediocres puede triunfar si cuenta con fe en sí misma donde otra de mejores capacidades fracasa por no tener dicha fe o confianza.

La fe o confianza en sí mismo se suele a veces confundir con la autoestima, pero en realidad no son lo mismo. La confianza en sí mismo es algo más básico, más limitado que la autoestima. Se refiere a la creencia que tienes con respecto a tu capacidad para hacer algo en particular. La autoestima significa algo más general, referido a la opinión que en general tienes de ti mismo.

Una persona puede tener fe en sí misma para algunas cosas y no para otras, en ciertos ámbitos y no en otros. Podemos observar a una persona que se desempeña en sus tareas habituales con una gran seguridad en sí misma, y que pierde totalmente o en gran medida esa seguridad cuando se la traslada a un ámbito al que no está acostumbrada.

La fe en si mismo puede provenir de varias causas, algunas más frecuentes y naturales, otras más raras o artificiales. El medio ambiente es, como en otros casos, la influencia más común y más perdurable. El medio ambiente que nos interesa en este caso (también  llamado "entorno"), está formado por las personas que rodean a la persona durante su infancia. Las acciones de los padres, los maestros, los amigos, y los compañeros escolares de la criatura, son sumamente influyentes en la confianza en sí misma que esa persona experimente cuando sea adulta.