El ser humano actúa, en general, en base a ciertas reglas; no lo hace normalmente en forma al azar. Esto es lo que determina la existencia de una conducta esperada. Cuando decimos que alguien se comportó en forma inesperada, es porque esperábamos una determinada conducta y esa conducta no se produjo. El hecho de que podamos esperar una conducta indica que existen reglas que rigen la conducta de la persona.
En los animales, las reglas de conducta son dictadas totalmente por los instintos. En los hombres, las reglas de conducta son originadas parcialmente en los instintos, pero principalmente en la sociedad. Cuando un animal tiene que cortejar a otro, lleva a cabo invariablemente lo que se conoce como el ritual del apareo. En la especie humana, el cortejo puede diferir mucho de una sociedad a otra. Por ejemplo, en la gran mayoría de las culturas actuales son los hombres los que cortejan a las mujeres. Sin embargo, hay algunas pocas en que ocurre lo inverso.
Las disposiciones de una sociedad con respecto a cómo deben comportarse sus individuos son la resultante obligada de la vida en común. Para que un gran número de personas pueda vivir juntas de una forma armónica y productiva, se hace necesario establecer un conjunto de reglas que rijan esa convivencia. Esto es natural y necesario, y así tenemos desde reglas no escritas sobre cómo vestirse y como saludar, hasta grandes compendios legales que estipulan los derechos y obligaciones de cada uno.
La pena máxima que la sociedad establece para aquel que no cumple con sus reglas consiste en expulsarlo de la misma, ya sea a través del destierro, la prisión o incluso la muerte. De ahí para abajo, hay gran variación en las sanciones que pueden ser impuestas por la violación de una regla. Cada sociedad permite mayor o menor libertad a sus individuos, y determina hasta qué punto puede un individuo apartarse de la conducta prescrita.
Hablando en forma simple y rápida, podemos decir que mientras puedas ganarte honradamente tu subsistencia y puedas mantenerte fuera de la prisión, lo que hagas debería estar exclusivamente bajo tu elección, sin que tengas que rendirle cuenta a nadie de lo que haces. En realidad, como persona sensata, seguramente elegirás adoptar un gran número de conductas que te asegurarán llevar a cabo una vida social con la menor cantidad posible de fricciones.
Lo importante es darse cuenta que siempre eres tú el que tiene el poder de elegir. Tú eliges la manera de comportarte teniendo en cuenta el medio en que vives y los beneficios que esperas obtener de la conducta adoptada.
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